viernes, 6 de julio de 2007

UN ENCUENTRO CON LUC FERRY:


ALCANZAR LA BUENA VIDA


por Francisca Fuensalilda Serrano

¿Qué pasaría si un día cualquiera se me ocurre, soñando despierta, ir a caminar a la calles de París y tengo la suerte de encontrarme, frente a frente, con Luc Ferry? Le invitaría un café, lo primero. Le haría mil preguntas, lo segundo. O quizás simplemente lo seguiría por entre la gente, escuchando sus conversaciones y adivinando sus pensamientos. Ya sé, mucho mejor: sería su sombra.

Mi mente cruza el océano en fracciones de segundos. Entonces lo veo, a Luc, abriendo la puerta de su casa, sin tener conciencia de mi compañía. Corro a su pieza y me escondo en la oscuridad de su clóset. Sé que muchas veces los pensadores siguen elaborando sus ideas en sueños. Esta es mi oportunidad.

Mato el tiempo – y espero que se duerma – jugando con una bufanda blanca que encontré. Cuando finalmente lo escucho roncar, entreabro la puerta y le digo en voz alta que me ayude, que lo que más quiero, aunque cueste, es alcanzar la buena vida. Él se revuelve un poco en su cama. Me da la impresión de que sube las cejas y esboza una sonrisa. “La única forma que conozco de encontrar la sabiduría, y así alcanzar la buena vida, es superando los miedos, especialmente el miedo a la muerte”, me responde tras un largo suspiro. “Ojalá hubiese una forma más sencilla, pero el miedo nos impide amar, ser generosos, nos obliga a replegarnos. Tenemos que ser libres, para así poder abrirnos a los demás”. Me quedo en silencio unos minutos. ¿Vencer el miedo a la muerte? Eso me suena como dejar de ser humano. Se lo digo, pero Luc se tapa la cara con la frazada. Debe estar cansado, tanto explicar lo inexplicable lo tiene así.

Me siento en el suelo a su lado. Decido susurrarle, estoy segura que no va a notar que estoy ahí. Va a creer que soy su conciencia o cualquier otro de esos personajes un poco tétricos que suelen visitarnos de noche.

Al día siguiente, salgo de su casa feliz, aunque con un dolor de cabeza fenomenal. Estoy contenta. Ya no necesito, al menos por un rato, estar en las sombras ni perseguir al sabio. Me agoto de puro pensar en el trabajo que tengo que hacer, pero supongo que vale la pena, sobre todo ahora que voy a ser madre y pretendo – convencida de que mi mamá alguna vez planificó lo mismo – criar a mi hijo para que sea un hombre justo.

Repaso las enseñanzas nocturnas y me siento a escribirle a mi pequeño Simón una especie de minuta que prometo, aquí y ahora, ampliar el día que no instalemos a conversar acerca de la justicia, la salvación y del amor.

El miedo a la muerte no se debe solo a la idea de que la vida llega a su fin, sino que principalmente a la irreversibilidad del tiempo, a saber que nunca más vas a poder estar o hacer. La verdad Simón es que morimos muchas veces durante nuestra vida. Cada vez que terminamos una etapa, morimos para renacer. Hay quienes tienen hijos con el fin de sentir la trascendencia, de dejar algo en el mundo. Yo no te tuve por eso, o quizás sí, no lo recuerdo. Lo que sí te puedo decir es que eso no funciona. Así como tampoco resulta el heroísmo y la búsqueda de la gloria. Los héroes, aunque sigan hablando de ellos miles de años después, mueren de todas formas. ¿Qué hacer entonces para superar este miedo y poder así entregarte a los demás? Si logras entender que eres un pequeño fragmento de la eternidad y que en vez de morir sólo estás dando un paso, vas a liberarte. Confía en mí.
Hay un lugar en este mundo para cada uno de nosotros, y la teoría - es decir, el escenario o terreno en el que nos movemos – es el ajuste que requerimos para vivir bien. Tienes que saber que la justicia viene para quien se ajustó al orden cósmico. Así es que no te quedes pegado en el buen comportamiento, sino que preocúpate de vivir en armonía con el cosmos. Saca la mirada de las convenciones sociales, entiende las reglas del juego – la moral – y busca encontrarle un sentido a tu paso por esta tierra. Si logras esto, estás listo para dejar tus miedos y abrirte a los demás. Esta es la salvación sin Dios, la que sólo la sabiduría puede ofrecerte.
Ten cuidado de las dos desgracias que pesan sobre la existencia humana. La primera, el pasado, que nos tira y esclaviza, porque tratamos de corregirlo y es imposible. La segunda, el futuro, al que nos lanzamos creyendo que nos va a ir mejor. El sabio, dicen los mismos sabios, es el que consigue pensar menos, esperar menos y amar mucho más. Lo que quiero que entiendas es que el presente es lo esencial, y que las personas que están contigo en este preciso momento son las más importantes de tu vida, porque son las únicas reales. El presente está hecho de momentos escasos y precisos, que nos acercan a la sabiduría.

Es complejo, lo sé, pero forma parte de mi legado para ti. No te olvides que todo esto lo escuché disfrazada de sombra, con una bufanda blanca rodeada al cuello y sentada en el suelo de una pieza en París. Créeme que fue difícil, así es que por favor aprovecha este conocimiento y hazlo tuyo cuanto antes, mi niño justo.

Francisca Fuensalida Serrano

2 comentarios:

Unknown dijo...

Gran pluma la de Francisca! Sigue escribiendo para la otra comunidad.

Flo dijo...

Soy la hermana de esta gran mujer que ha escrito estas, proporcionalmente, grandes palabras...que admirarte, mi Fran, y ya querer sentarme con Simon, contigo, y escucharte decir esas mismas palabras, y de ti aprender, como los sabios aprenden de otros sabios...enorgulleciendome, siempre, de ser tambien una mujer...