sábado, 7 de julio de 2007

"Afortunadamente soy hombre"

por Esperanza Silva *

Nunca he creído en adivinos. Juro que jamás he recurrido al tarot o he tomado alguna decisión basada en mi horóscopo semanal. En cambio, mis compañeras de trabajo son bien asiduas a cualquier manifestación esotérica que calme sus incertidumbres.
Una de las más entusiastas es mi mejor amiga. Tenaz, estuvo meses convenciéndome para que me hiciera la carta astral. Ante mis excusas y evasivas decidió que ella la iba a encargar, yo sólo debía ir a buscar mi partida de nacimiento.
Y fui. Llegué al Registro Civil. Pedí el documento. Me lo entregaron y como guión de la mejor teleserie, leyendo ese papel supe la verdad: afortunadamente soy hombre. Sí. En el espacio destinado a constatar el sexo de mi partida de nacimiento, dice clarito: MASCULINO...Como yo siempre me he sentido mujer, le pedí al funcionario de la ventanilla que enmendara el error y me dijo que no podía, que para realizar este tipo de rectificación debía presentar un certificado médico (ginecológico) que avalara que soy mujer... Como todavía no he hecho el trámite (y la verdad no estoy segura de querer hacerlo) seguiré siendo hombre. Así que estoy obligado a examinar la realidad femenina desde otro punto de vista.

JOSEFINA CORREA Y SU PEQUEÑA AYUDA

Con la lllegada de Michelle Bachelet a la Moneda, las mujeres se pusieron de moda. Y tan de moda, tan de última, que sólo dos meses después que Michelle Bachelet asumiera su nuevo cargo, los genios de la publicidad alumbraron un gran producto. En Mayo del 2006 todo Chile conoció a Josefina Correa.
Josefina era la nueva Gerente de Clientes de los supermercados Líder. Durante dos meses, la vimos 6 veces al día entre las 7 y las once de la noche en cada canal nacional. Supimos más de ella gracias a los publirreportajes insertos en varias revistas. Sonreía impecable de camisa blanca en casi todas las micros, corría por los pasillos de su supermercado para que una mujer con la guagua en brazos fuera rápidamente atendida en una caja. No dudó en separar las paltas verdes de las maduras en cestos distintos y aún, (hasta el día de hoy) no cesa su esfuerzo por entregar UNA PEQUEÑA AYUDA SIEMPRE... Josefina es un ejemplo: mujer, madre, esposa y clienta (que conste que así la describen en www.lider.cl)
Pero en algo se equivocaron los creadores de este producto. En realidad los que ofrecemos una pequeña ayuda siempre, somos nosotros, los hombres. Los modernos, los que dejamos atrás el modelo machista propio de épocas pasadas estamos orgullosos de “ayudar” a nuestras parejas en los quehaceres domésticos. (Además, no sé qué alegan , somos nosotros el verdadero ejemplo del mejor cliente, siempre dispuestos a obtener los servicios de NUESTRAS mujeres). Por eso nos parece sumamente injusto cuando las propias alegan porque no colaboramos. Todavía no entendemos que lavar platos, hacer las camas o mudar a la guagua no es ayuda, es la parte de la pega que nos corresponde. Y quizá es responsabilidad de nuestras madres que no permitieron que recogiéramos una toalla del suelo y de los colegios exclusivamente masculinos o femeninos que dificultan que la vida se entienda de a dos, o quizá el estereotipo de mujer madre universal sigue siendo el que determina el deber ser femenino. Porque eso sí, que nuestras mujeres trabajen, sí, está bien, porque estudiaron y es bueno que se desarrollen y que tengan su propia plata para sus gastos... Pero por ningún motivo deben desatender la casa y los niños. No poh, la que se preocupa de la colación de los cabros es ella. Porque la verdad es que ahora que soy hombre y muy de hoy, muy moderno, obvio, me he dado cuenta que me gustan las minas choras, pero no tanto tampoco. Parece que no quiero que sea una igual, o sea... lógico poh... tiene que haber alguna diferencia.

LA CULPA DE LOS MEDIOS… Y DE LAS MUJERES

Y no estamos solos en esto. Los medios de comunicación y de entretención nos confirman día a día que no nos equivocamos. Me consta porque los últimos 15 años he trabajado interpretando un homogéneo ramillete de heroínas televisivas. Por suerte ahora me convertiré en galán y podré dejar de ser la mujer de culebrón que sufre y que vive condenada por sus bajas pasiones . Por supuesto que bajo ese estado constante de irracionalidad se justifica plenamente que sea capaz de todo para lograr sus objetivos. Pero ojo, no hay que engañarse... todas estas historias femeninas están supeditadas a la aceptación masculina o a los cánones que histórica y atávicamente les ha endilgado el patriarcado: el buen matrimonio, la maternidad y la familia. Es sospechoso que sigamos necesitando estereotipos para clasificar los comportamientos y el actuar de unos y otras. Ni el macho proveedor ni la madre devota se ajustan al desarrollo.
Desgraciadamente todos estos mensajes aleccionadores son favorecidos con la sintonía de las propias mujeres que, por identificación y proyección, necesitan conocer el final feliz que les tiene preparado el guionista. Porque ellas no están libres de culpa, no. Perdonen el ataque de honestidad pero son ELLAS las mejores aliadas de este enemigo solapado. Avalan todas las novedades que los medios les entregan y sin pensarlo demasiado buscan aumentar sus valores agregados imitando (las santurronas) a las conductoras de matinal o (las más guarras) a las bailarinas de programa juvenil. Son ellas las que secretamente envidian los logros de las otras y las primeras en boicotear cualquier indicio de independencia de sus pares. Sólo las mujeres necesitan compulsivamente conquistar o ser conquistadas y por lo mismo, se contentan con lo primero que se les cruza.
Parece que a las mujeres les acomoda la clasificación, se sienten seguras perteneciendo a alguna tipología descrita por las revistas. Creen que sólo así serán aprobadas por los hombres y más importante aún, es la única forma de ser aceptadas por las otras mujeres. Es una lástima porque esta mujer producto sólo convoca lo peor de la cultura machista. La mujer objeto, la consumidora que olvida que ante todo es ciudadana, no tiene derechos.
Para que haya cambios formales tienen que sucederse mutaciones importantes en nuestros chips culturales, pero durante este lento proceso hay que intentar que el resultado de las buenas transformaciones que nos han acompañado estos últimos años no se conviertan en materia prima para ávidos publicistas y menos que sean ellos los que dispongan lo que se espera de nosotros. Más que nada porque si yo fuese mujer me daría mucha lata convertirme en Josefina Correa y consolarme con ser una “PEQUEÑA AYUDA SIEMPRE”.

*(Extracto de presentación del libro “Bienvenida paridad”, de María de los Ángeles Fernández)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué buen artículo