lunes, 11 de agosto de 2008

La otra Michelle

La prensa norteamericana tiene dificultades para analizar la presencia de Michelle Obama en esta campaña presidencial, para la que no hay un referente histórico. No solamente el tener por primera vez un candidato de raza negra tiene a muchos opinólogos y periodistas buscando nuevas categorías sociales y culturales, sino que la que se perfila como posible primera dama es también una fuente de conjeturas.

Medios de comunicación tan dispares como el diario New York Times o la revista People no saben cómo encarar a Michelle. En un artículo se preguntan acerca de su influencia sobre su marido Barak Obama -dado que ellos trabajaron juntos en sus inicios politicos en Chicago y reconocen ser un equipo-; en otro artículo analizan el estilo personal de ella, tanto en sus atuendos como en su manera de hablar con la prensa.

En particular, cuando Barak Obama fue declarado el ganador de la primaria del partido Demócrata, muchos comentaron sobre el color del vestido de Michelle. Era un vestido recto, de escote en V, sin mangas y color morado. Compararon el corte con los vestidos que usaba Jacqueline Kennedy y encontraron el tono muy acertado ya que el morado se logra mezclando azul y rojo, los colores representativos de los partidos Republicano (rojo) y Demócrata (azul). Algunos comentaristas fueron más allá y vieron una afirmación subliminal del mensaje del senador demócrata, que busca volver a unir o por lo menos encontrar una mayor voluntad de negociar entre los dos partidos y el país en general, para lo cual habría usado a su mujer como un vehículo metafórico.

Todo esto representa, en un ejemplo especifico, la ambivalencia del público hacia las mujeres en la arena política. Así sean candidatas o posibles primeras damas (las dos opciones políticas más comunes), el público busca encasillarlas en patrones culturales reconocibles. Pero estos patrones han cambiado, aunque no siempre afinando una percepción más matizada de ellas. A veces ellas son vistas o utilizadas como una tela virgen sobre la cual se inscriben los anhelos de otros, y a veces son escrutadas como una presencia foránea, dificil de descifrar.

Michelle Obama recorre el país dando su opinión y reafirmando el proyecto político de su marido, y si bien estas apariciones públicas son analizadas por los medios de prensa, siguen las especulaciones sobre su imagen pública: ¿elige ella misma su vestuario o tiene una estilista? ¿La están asesorando para que se haga un “make over” o tiene un estilo que se puede explotar en la campaña sin mayor intervención?

Si bien Michelle Obama no es la candidata a la presidencia de Estados Unidos, puede llegar a convertirse en la primera dama y el público norteamericano siempre tiene una gran curiosidad e interés en ellas. Pero esta curiosidad vacila entre lo frívolo y lo más intelectual, reflejando esa ambivalencia que existe hacia las mujeres en la arena politica y los dobles estándares a los que son sometidas.

Nuestra propia Michelle Bachelet sabe en carne propia lo difícil que le resulta a una mujer navegar las aguas torrentosas de la opinión pública y política. Michelle Obama está aprendiendo de navegación a marcha forzada.


Por Alejandra Letelier Kramer
Doctora en Antropología
Profesora de la Universidad de California Santa Cruz (EEUU)
Directora del Programa Liderazgo Político Femenino

1 comentario:

Newsoft Systems dijo...

Definitivamente hay todo un equipo de asesores y expertos en marketing que deben decidir cómo debe vestirse, peinarse, maquillarse, etc.

Aunque las conjeturas del vestido morado por parte de algunos periodistas me parecen un tanto exageradas.

Saludos, ojalá sigan actualizando seguido.

Newsoft Systems